El ratón Pérez

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...El tío Alfredo había salido tiempo atrás del manicomio de Neuquén, y ese domingo venía de visita a nuestra casa por primera vez. Era mucho mayor que mamá, nosotros no lo conocíamos.
...Había quedado en venir al mediodía, después que volviéramos de misa. Mi viejo no quería saber nada. Parece que una vez lo había visto al tío Alfredo descontrolarse durante un asado; estaban todos charlando lo más bien hasta que alguien dijo algo que al tío Alfredo no le gustó. Ahí nomás se puso a discutir a los gritos, tiró cosas al suelo y repartió varios tortazos antes de que lo pudieran reducir.
...—¿Me vas a decir que ahora está curado? Si todos saben que de esos lugares salen peor de lo que estaban.
...Dijo que lo mejor era ir a un restorán. Así, si le agarraba la pataleta y quería romper todo...

...—No —dijo mamá—. Es mi hermano y quiero recibirlo en mi casa, no entre un montón de extraños. No había de qué preocuparse, esta vez no iba a haber ningún problema.
...—Le están dando una medicación nueva. Martita dice que le está haciendo muy bien.
...Papá terminó por aceptar, con una condición: que en la mesa no hubiera ningún cuchillo.
...—¿Y con qué vamos a comer entonces?
...—No sé. Prepará algo que no se coma con cuchillo. Ni tenedor.
...—¿Diez años que no veo a mi hermano y querés que lo reciba con sopa?
...—Yo no pienso sentarme al lado de ese tipo habiendo un arma cerca. Es lo único que digo.
...—Es lo más estúpido que escuché en mi vida. Vos no lo conocés a Alfredo, no sabés cómo era cuando yo era chica. Me llevaba a pasear, me contaba cuentitos. Es muy culto, además, habla idiomas y todo. En casa tenía una biblioteca alta hasta el techo.
...—Para lo que le sirvió.
...—Y siempre fue muy bueno, además. Lo único que hay que hacer es no llevarle la contra. Es lo que a él no le gusta. Hay que decirle todo que sí, como a los locos.
...—¡Como a los locos! Pero si el tipo está loco.
...—Bueno, basta, me tenés podrida. Como si yo hablara tanto de tu familia.
. —¿Qué tenés que decir? Por lo menos no hubo nunca ninguno internado en un psiquiátrico.


...El día estaba espléndido. La primavera empezaba al fin, y el jardín se despertaba de su letargo invernal. Por la ventana del comedor se veía el lago planchadito, allá abajo, y los cerros del Cuyín Manzano con nieve todavía.
...Mamá preparó la mesa para seis. Aparte del tío Alfredo teníamos dos invitados más.
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—Van a venir Claudio y don Calfueque —le dijo la noche anterior mi papá.
...Claudio era un compañero suyo del trabajo, pero a don Calfueque apenas si lo conocíamos.
...—¿Invitaste al sepulturero?
...—De joven era peón en una estancia, allá por Maquinchao. Sabe usar muy bien el lazo. Si la cosa llega a complicarse con el loco, entre Claudio y yo lo atajamos y don Calfueque lo ata como un matambre.
...—¿Te pensás que mi hermano es una vaca?
...—Quedate tranquila. Si se porta bien no le va a pasar nada.
...Pero sólo don Calfueque vino. Claudio llamó a último momento diciendo que no se sentía bien, que tenía angina o algo así.
...—Ese cagón... —dijo mi viejo—. Ya va a venir a pedirme algo.
...Dejaron el rollo de soga escondido atrás de una puerta. Mamá preparó un picadita, y antes de que mi viejo protestara le dijo:
...—¿Qué, tenés miedo que te ataque con un escarbadientes?
...—Yo no le tengo miedo. Es por la nena.
...—¿Te pensás que le va a hacer algo a la Romi? Vos estás mal de la cabeza. Peor que él.
...Todavía estaban discutiendo cuando sonó el timbre. Era el tío Alfredo, puntual como un inglés. Causó buena impresión. Era muy alto, con el pelo todo blanco; parecía más un abuelo que un tío nuestro. Tenía puesto un traje oscuro y la camisa abotonada hasta el cuello. Mamá lo abrazó. Le dijo:
...—Alfredo, tanto tiempo...
...Estaba emocionada. El tío Alfredo se mostró muy natural, como si viniera de visita todos los domingos. A Romi le trajo de regalo un libro de cuentos con dibujos.
...—Es igualita a vos cuando eras chica —dijo.
...Cada uno fue ubicándose en la mesa. Papá en la cabecera. Mamá y Romi de un lado, del otro el tío Alfredo y don Calfueque, que se había venido con el sombrero de gaucho y el traje gris que usaba todos los días para ir al cementerio.
...El tío Alfredo no probó la picada, y mientras esperaba el almuerzo prendió un cigarrillo negro que apestó todo el ambiente. Mi viejo se revolvió en la silla y tosió un par de veces pero él no se dio por enterado.
...—¿Tuviste un buen viaje de Neuquén, Alfredo? —le preguntó mamá—. ¿Estaba bien la ruta?
...El tío Alfredo dio una pitada y se quedó pensativo, como si no se hubiera fijado en ese detalle. Dijo que sí, había viajado sin problemas.
...—Menos mal —dijo mamá—. La semana pasada volcó un micro en la bajada de Collón-Curá. Parece que pisó un manchón de hielo en una curva...
...Era la única que hablaba, a lo mejor para que nadie se sintiera incómodo. El tío Alfredo se mostraba interesado, aunque de a ratos parecía como si pensara en otra cosa. Papá no le sacaba la vista de encima, y cada tanto miraba de reojo a don Calfueque para indicarle que no se descuidara.


................................................El ratón Pérez (fragmento)
© Emilio Di Tata Roitberg, 2008.
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Editorial Letras de la Patagonia, Bariloche, Argentina.
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